El día de hoy, los líderes del mundo se enfrentan al desafío de encontrar un equilibrio entre el impacto sanitario y el impacto económico ocasionado por la COVID-19.

La Organización Mundial de la Salud ha establecido una serie de criterios para guiar a aquellas naciones que planean salir del confinamiento. El primer indicador requerido es que la transmisión del virus esté controlada. Además, el sistema sanitario deberá mostrar que tiene la capacidad para detectar, diagnosticar mediante pruebas, aislar, rastrear contactos y dar atención médica a los casos nuevos.

De acuerdo con Atul Gawande, médico del Hospital Brigham and Women’s de Boston, Massachusetts, una vez puesta en marcha la actividad económica será necesario mantener rigurosas medidas de prevención. Así, la estrategia a seguir debe incluir cuatro pilares básicos: prácticas de higiene, distanciamiento físico, pruebas diagnósticas y mascarillas.

La comunicación efectiva entre las autoridades y la población general deberá incluirse como un elemento indispensable en los planes de salida: si la sociedad no entiende la importancia de cada una de las intervenciones de salud pública, no podrá ponerlas en práctica.

Éste es precisamente el caso de las mascarillas. Desde el inicio de la pandemia, las instrucciones sobre su uso han sido contradictorias, lo que ha generado confusión entre las poblaciones de varios países.

Hoy sabemos que la principal forma de contagio de COVID-19 es a través de las gotitas respiratorias que inhalamos cuando personas infectadas tosen, estornudan, hablan o incluso exhalan. Es fácil suponer que podríamos librar la enfermedad si utilizamos una barrera física que evite el contacto con estas partículas. Sin embargo, este tipo de superprotección no la ofrecen los cubrebocas comunes. De ahí la importancia de combinar varias medidas de protección básicas.

La Organización Mundial de la Salud, basándose en la información disponible al momento del brote por SARS-CoV-2, puntualizó el uso de mascarillas en tres escenarios: personas con tos, fiebre o dificultad para respirar; personas cuidando a enfermos con sintomatología respiratoria, y personal de salud a cargo de pacientes con síntomas sugestivos de COVID-19.

La mayoría de los países y agencias internacionales de salud adoptaron estos lineamientos; otros, decidieron extender sus recomendaciones. El 24 de enero, el Comité Científico para el Control de Infecciones de Hong Kong anunció que el público general debía usar mascarillas quirúrgicas al utilizar el transporte público o estar en lugares concurridos. Hasta el día de hoy, Hong Kong ha reportado sólo cuatro muertes relacionadas con COVID-19.

Día a día surgen estudios científicos que dictan las pautas de acción y manejo para el nuevo coronavirus. Un reporte de 243 casos registrados en Singapur documentó la transmisión presintomática del SARS-CoV-2. Esto significa que las personas pueden contagiar a otras aún antes de presentar síntomas. Este hallazgo agregó validez al uso de mascarillas en personas asintomáticas, y enfatizó la importancia del rastreo de contactos de dos a tres días previos al inicio del cuadro clínico. 

Los resultados de este trabajo influyeron en la decisión de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) de actualizar sus guías, a principios de abril. De acuerdo con dicho organismo, los ciudadanos estadunidenses deben llevar cubrebocas de tela en los espacios públicos. Una alternativa racional frente al desabasto global de mascarillas.

Cuando se introdujeron las mascarillas quirúrgicas, a principios de 1900, su principal función era la de prevenir que las bacterias de nariz y boca de los cirujanos contaminaran las heridas de los pacientes. Fueron diseñadas para proteger a otros, no al que la usa. Una lección de civismo.

En la actualidad, con los avances en diseño y materiales, los beneficios para el usuario son claros: un estudio reciente concluyó que el uso de mascarillas de grado médico reduce significativamente el riesgo de infección por coronavirus. Los cubrebocas de tela también confieren cierta protección, la cual depende del material y número de capas utilizado; pero lo más importante es que ayudan a disminuir la transmisión comunitaria del virus.

El valor de las mascarillas en esta crisis sanitaria se ha vuelto incalculable. La mayoría de los países, por el momento, son incapaces de satisfacer su propia demanda de este insumo. Ante la incertidumbre, deberá prevalecer la recomendación de salvaguardar las mascarillas de grado médico para los profesionales sanitarios.

¿Qué sucedería si, de pronto, todos los gobiernos del mundo vuelven obligatorio su uso?

En un artículo del 2015 de la revista Clinical Infectious Diseases, se estimó la demanda potencial de mascarillas quirúrgicas y mascarillas N95 de Estados Unidos en el evento de una próxima pandemia. Los autores calcularon que, en un escenario base, tendría que haber 3 500 millones de mascarillas N95 para el personal de salud y los servicios de emergencia para un período de hasta 45 semanas. En un escenario de alta demanda, 7 300 millones

El Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos ha confirmado a la prensa que su Reserva Estratégica Nacional tiene tan sólo el 1 % de las mascarillas necesarias para enfrentar esta pandemia

En este punto, conocer el requerimiento nacional de mascarillas permitirá a los países un mejor manejo de la crisis, ya que de estas cifras dependerá la respuesta de los diferentes sectores del gobierno y de la sociedad. Por ejemplo, la noticia de la llegada de 1000 o 50 000 mascarillas procedentes del extranjero puede infundir un falso alivio y relajar los esfuerzos colectivos por conseguir o manufacturar este producto.

Francia necesita un promedio de 40 millones de mascarillas cada semana sólo para cubrir a personal de hospitales y asilos de ancianos. El mandatario francés, Emmanuel Macron, ha declarado que volverá prioritario alcanzar esa cifra en los próximos meses, mediante la producción nacional.

Corea del Sur está haciendo 10 millones de mascarillas al día, arriba de su cifra habitual de seis millones. La administración actual del país asiático ha intervenido en los procesos de producción y distribución, con el objetivo de que todos sus ciudadanos puedan obtener dos mascarillas quirúrgicas por semana a través del sistema de farmacias.

Acelerar el apoyo a empresas y organizaciones nacionales con capacidad de manufactura de suministros médicos es una opción atractiva, pero que requiere de un gran compromiso por parte de los gobiernos. La reconversión de líneas de producción es un camino riesgoso que no sucederá sin apoyo y garantías financieras. En Estados Unidos, luego de la alarma ocasionada en el 2009 por la influenza H1N1, los precios de las mascarillas cayeron rápidamente, dejando a algunas empresas que habían adquirido equipos casi en la bancarrota.

La demanda de equipo de protección personal puede superar con creces a la capacidad industrial de los países. Corresponderá, entonces, a las autoridades de salud optimizar la distribución de los recursos y fomentar métodos que permitan aprovechar con eficiencia el material existente.

En la actualidad, ingenieros y médicos en el mundo idean nuevos procedimientos para descontaminar y poder reutilizar el equipo de protección personal (EPP). Los hospitales de la Universidad de Duke están usando vapores de peróxido de hidrógeno como alternativa para extender la vida útil de las mascarillas Este procedimiento requiere el uso de dispositivos especializados no disponibles en todos los hospitales. La ciencia y la creatividad son recursos invaluables en la búsqueda de soluciones en momentos de crisis, asegurar su subsistencia debe ser de interés común.

Con el regreso gradual de la actividad económica será indispensable promover y mantener rigurosas medidas de prevención. Para que las intervenciones de salud pública puedan implementarse con éxito, se necesitará la participación ciudadana y del sector industrial. Nuestro presente requiere trabajo coordinado; toca a las autoridades apostar por una visión unificadora y establecer comunicaciones transparentes entre gobierno y sociedad.

A partir de ahora, usar mascarillas en público revelará nuestra intención de proteger al otro, denotará empatía y fortaleza cultural. ¿Están nuestros líderes listos para enseñarnos el camino?

Fuente: https://redaccion.nexos.com.mx/por-que-debemos-usar-cubrebocas/